Atenienses, sin saber muy bien como formularlo para ser entendido, vengo a recomendarles enormemente el capítulo nueve del libro nueve de la Ética a Nicomaco. Pocas veces uno se topa un canto a la vida tan sincero y honesto como el contenido en ese capítulo en específico.
Y aún pareciendo un tábano en el oído, créanme con su incredulidad que la cultura de la muerte y el vicio no tiene peso frente a la sabiduría contenida en ese y en el resto de capítulos previos (del total no digo porque aún me queda por leer).



Nuevamente, vuelvo a darme cuenta que la inteligencia sin verdadera caridad y humildad de nada vale, pero de nada nada (y no lo digo por mi, que soy bastante tonto).
Santa Teresa de Lisieux, ruega por nosotros.